"A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia.Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla”
Eduardo Galeano (Las palabras andantes)
Mamá y la memoria.
Mamá nos llevaba a meter el dedito. Éste, el índice. Este mismo. Arriba, a la entrada del edificio de oficinas, en el dintel de la puerta. Era la galería Melipal.
Era un agujero redondito, escondido. Secreto.
Era el agujerito de una bala. La que pasó cerca de un muchacho en el Rosariazo, la que no lo mató, pero acompañó a las otras que sí.
Mamá educaba usando los sentidos, metiendo los deditos, haciéndote sentir.
A veces, ahora que tengo la edad que tenía ella cuando nos llevaba, meto los dedos en ese agujero de nuestra bala, que sigue allí, que no taparon, como no se puede tapar ni la memoria, ni la historia, todas las cosas que Delita nos enseñaba.
Mariana Caballero